4. – El mundo es una lucha entre el bien y el mal, y la humanidad es responsable por ambos.
«un palacio en llamas». De esta manera, el reconocimiento de Abraham asume otra profundidad: él vio que el mundo era una lucha entre el bien y el mal y se preguntó: «¿Cómo es posible que nadie extinga el fuego?». Y su respuesta fue: «Yo soy el responsable tanto por el bien como por el mal».
Abraham ve un palacio. El mundo tiene orden y por lo tanto tiene un Creador. Pero el palacio está en llamas. El mundo está lleno de desorden, de mal, de violencia e injustica…
Si D’os creó al mundo, eso significa que Él también creó al hombre. ¿Entonces por qué le permite al hombre destruir el mundo?
¿Cómo podemos resolver la contradicción del orden de la naturaleza con el desorden de la sociedad? ¿Acaso D’os puede haber creado al mundo sólo para abandonarlo?
Abraham entendió que D’os controla tanto el bien como el mal, e inicialmente se sintió confundido preguntándose por qué D’os dejaba que tuviera lugar el mal. Su conclusión fue que D’os quería que nosotros revelemos Su bondad eliminando el mal del mundo.
Por lo tanto, éste es el nivel más profundo de nuestra travesía espiritual: reconocer que D’os creó el mundo con la posibilidad del mal para poder revelar finalmente Su unidad a través del triunfo del bien sobre el mal.
En consecuencia, en nuestra búsqueda por espiritualidad reconocemos que:
1) Vivimos en un mundo que refleja el jesed de D’os, que nos llama a ser objetivos y aceptar las consecuencias de nuestra búsqueda;
2) La búsqueda de una genuina espiritualidad requiere mucho trabajo y a menudo requiere una reorientación
básica de nuestro carácter;
3) Son los actos mismos de la humanidad los que llevan a un mundo caracterizado por el bien o por el mal, donde necesitamos asumir la responsabilidad por nuestros actos.
Ésta es la expresión de nuestra espiritualidad.