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El manual para el sabio, es un curso basado en las enseñanzas filosóficas estoicas de Epíteto. El cual nos revela para que sirve la filosofía
Epicteto, filósofo de la estoa, nació en el año 50 d.C. en Hierápolis, ciudad de Roma, liberto del liberto Epafrodito, secretario éste de Nerón; tiene por lema, “Abstente de pasiones, afectos y opiniones”.
Supera su defecto físico (cojera por reuma) como superándose a sí mismo, tal que a los 43 años comienza su vida pública como filósofo en la Nicópolis, fundando una escuela para la que trabaja durante más de 40 años.
El estoicismo, fundado por Zenón de Elea, era un movimiento del pensamiento que se oponía a la tiranía de Calígulas y Nerones. Razón por la que los estoicos (tanto ciudadanos o estoicos como esclavos o cínicos) fueron expulsados de Roma, hacia el año 71.
Por otra parte, Saulo de Tarso, luego llamado Pablo, era estoico, y después de Yeshua, los llamados cristianos mantenían elementos de la estoa en su doctrina.
Tal que no se sabe si ésta nace de estos o estos la adoptan como filosofía, hecho que además, revela un factor explicatorio de la animadversión romana contra Yeshua y los judíos de ese entonces.
Arriano, uno de los discípulos de Epicteto, quien hubiese tomado notas para sí, de las palabras del maestro, publica, cuando ya probablemente el maestro había muerto,
EL ENQUIRIDON, o MANUAL DE LA ESTOA. El autor, nos explica, fundamentalmente, para que sirve la filosofía y como aplicar en nuestras vidas las enseñanzas e instrucciones tales como:
“Algunas cosas de las que existen en el mundo, dependen de nosotros, otras no”,
“De nosotros dependen nuestras acciones (opiniones, inclinaciones, deseos y aversiones), de nosotros no dependen lo que no es nuestra propia acción (cuerpo, bienes, reputación, honra)”,
“Las cosas que dependen de nosotros son por naturaleza libres, nada puede detenerlas, ni obstaculizarlas, las que no dependen de nosotros son débiles, esclavas, dependientes, sujetas a mil obstáculos y a mil inconvenientes, y enteramente ajenas”
Manteniendo el principio según el cual sólo nos compete lo que depende de nosotros, por lo tanto, no solamente somos libres, por naturaleza, sino que nada que no sea de nuestro deseo, nos atañe, es decir, nada nos mueve del lugar elegido para vivir en tanto estemos sujetos a este deseo.
La libertad no existe sino en el sentido de “liberarse de sus propias tonterías”, es decir de todo lo que no depende de nosotros.
Hay, no obstante, otro camino a elegir: el de las riquezas, honores, y competiciones; el de ser reconocido y amado por otros. En tal caso, ha de atenerse uno a las consecuencias de su elección, consecuencia no otra, que la de la humillación y el caos.
La elección del camino del reconocimiento propio del deseo, lleva consigo la libertad. La elección del camino del deseo de reconocimiento, lleva consigo, si bien, riquezas y honores.
Éstos son sólo oropel, con el que se tapa el caos y el sufrimiento. Ninguno de los dos caminos es fácil.
El autor, lleva prudente y bellamente al camino del reconocimiento del deseo y al mantenerse allí, en ese lugar, poniendo ejemplos, haciendo llamado a lo que otros autores, como Sócrates por ejemplo, han dicho, y realizando elaboraciones propias a partir de aquellas.
El camino por el que invita, no se logra, sin el conocerse a sí mismo, se diría, es un constante saber sobre sí mismo, que conlleva a un saber sobre los otros.
En fin, hay que leer el texto, dejarse atravesar por la enseñanza, y sacar conclusiones propias. A esto es a lo que el lector queda convocado.